Cuando los gritos desesperados de mi madre me despertaron, mi cama se movía tanto que casi me caía.
Las lámaras de mi casa se movían tanto, que se golpeaban en los techos.
No tenía claro qué es lo que pasaba. Mi madre nos abrazó a mi hermana y a mí, debajo de un arco de una puerta, desde donde podíamos ver cómo los platos de la alacena caían y se rompían, participando en esa sinfonía de destrucción junto con los cristales que se rompían de las ventanas, el ruido violento del agua del aljibe, y ese rumor que se oía debajo de la tierra como si ríos de piedras pasaran debajo de mi casa.
No daba crédito a lo que veía desde los brazos temblorosos de mi madre: Las paredes se movían con tanta flexibilidad como si fueran de cartón... el piso se movía como si fuera un colchón, y los árboles de la calle se movían ante la ausencia de viento.
Mi padre tenía en sus brazos a mi hermanita recién nacida y cubierto en un baño, esperó a que terminara el temblor para salir a buscarnos.
Apenas terminó el sismo, sin saber a ciencia cierta la magnitud de lo que había ocurrido, nos vestimos para ir a la escuela... cuando salimos a la calle, la verdadera pesadilla estaba por comenzar.
Las sirenas de las ambulancias, el llanto de las personas, los rumores de riesgo de explosiones de gas, comenzaron a llenar de pánico a mi ciudad, donde no dejaba de temblar en las piernas de quienes habíamos sobrevivido.
Las casas caídas, las calles cerradas, la gente metida en los escombros buscando a sus seres queridos, levantando ladrillos y piezas rotas de concreto sólo con sus manos, el miedo en los ojos cubiertos de lágrimas de los que no entendíamos lo que había pasado.
Comenzó a las 7:19am de un día como hoy hace 22 años. Unos cuantos segundos fueron suficientes para marcarle la vida a millones de personas en distintos puntos del país.
Hoy, a tantos años de distancia, no podemos olvidar esas imágenes que quedaron tatuadas en las memorias... en las pérdidas humanas, en el riesgo latente de que puede volver a ocurrir en cualquier momento.
En Zapotlán, en el corazón de los zapotlenses, hoy es un día para recordar con luto y con dolor.
Un abrazo con cariño y solidaridad para quienes hoy, siguen derramando lágrimas desde ese día.
miércoles, septiembre 19, 2007
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4 comentarios:
Yo recuerdo toda la sacudida que no puede ser reproducida jamás, la realidad supera a la ficción. El AMC Rambler de mi padre se movía hacia atrás y hacia adelante mínimo 40 cms. durante todo ese tiempo y saben qué? el que nos pudiera machucar no importaba, estar detrás de él era el lugar mas seguro!
Hoy Marisol me platicó, como a las 7:30 am, su experiencia con el temblor de 1985. Marisol tenía la edad de Monse, y recuerda perfecto cómo la alacena se vació y los objetos rodaron cinco metros (hasta el comedor) y cómo los libreros se cayeron, y cómo durante al menos 5 meses, su escuela fue vespertina, para acomodar alumnos de escuelas que cayeron en el temblor.
En el temblor yo estaba en Tepic, recuerdo la transmisión del canal 2 del DF y cómo se dejó de ver la tele, recuerdo que se movieron un poco las lámparas de la casa, y llegando de la escuela, recuerdo haber visto a Jacobo Zabludovsky transmitiendo en vivo narrando la magnitud de la tragedia.
El temblor del ´85 fue un parte aguas en mi vida...
Hoy, al recordarlo sentí que vivía aquellos años que le seguieron al 19 de Septiembre, mi casa fue de las que el "H" Ayuntamiento derribó y ahora puedo cuestionar tantas cosas que pasaron cuando yo era una niña de primaria, esos años tan duros no los olvidaré...
Los detalles los reservo para cuando estemos aqui, ..... Ukw
Todos tenemos nuestra propia historia de ese día tan triste para muchos mexicanos, algunos sentimos el temblor de forma leve sin imaginar la desgracia que estaba ocurriendo en otros lados. No me alegro de las pérdidas, pero si me alegro al recordar la solidaridad que se vivió. Me gustaría que ese espíritu de ayuda y hermandad prevaleciera para siempre y no solo en momentos difíciles. Excelente narración Alex, gracias por compartir.
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