martes, mayo 29, 2007

Al escribir el post anterior, innumerables recuerdos llenos de nostalgia fueron brotando como palomitas de maíz girando en el microondas.

No fué sino hasta el último año del bachillerato (1991-1992), que tuve acceso a una computadora personal. Muchos años antes, había tenido muy claras las nociones de cómo eran, y cómo funcionaban, gracias a un centenar de programas producidos por la UNAM, que transmitía el canal 13 de Imevisión, pero así, lo que se dice conocer una computadora, fué hasta que a alguien brillante se le ocurrió cambiar la clase de "Mecanografía I y II", por "Introducción a la Computación I y II", de la retícula de los estudiantes del Bachillerato Técnico en Administración en el que yo estudiaba.

La primer clase de "Compu", fué en un flamante centro de cómputo de 15 a 20 computadoras "286". Todavía puedo recordar la emoción de ver en un color verde brillante la frase "Insert de Operating System Disk in the drive A:", que apareció en el monitor cuando prendí la computadora, apesar de la instrucción de "no tocar los equipos" que nos había advertido la profesora.

La lista de útiles para "Compu I", era un derroche de ciencia: 5 diskettes flexibles de 5 1/4", con sus etiquetas en blanco , y 100 hojas continuas. Además debíamos cooperar para comprar entre todos los del salón un par de cintas para impresora de matriz de puntos.

Al final del curso, para poder hacer el trabajo final, teníamos que seguir con una secuencia que yo dominaba con una perfección escrupulosa:

A) Introducir el disco con la etiqueta que dice "DOS" en el drive A:.
B) Encender la computadora y el monitor.
C) Tan pronto aparecía el prompt "A:\>", sacar el disco de la unidad A: y meter el disco que tenía la etiqueta que decía "Drivers", y escribir la palabra "Herc", y presionar "[enter]" (tiempo despues comprendí que los monitores monocromáticos verdes, modelo "Hércules", necesitaban unos drivers especiales para funcionar adecuadamente.
D) Sacar el disco y ahora, meter el disco con la etiqueta que dice "Word Perfect", escribir "wp" en el prompt, y entonces podría, usando ese fabuloso procesador de palabras, teclear la lista de los comandos del sistema operativo DOS más usados y breve descripción de su funcionamiento.
E) Al termino de la redacción de la tarea, esperaría mi turno a que mis compañeros que estaban usando la impresora la desocuparan, para poder llevarla a mi escritorio, y conectarla al puerto paralelo, revisar el estado de la cinta, colocar la cabeza impresora en su lugar, y poner el papel en posición para que usando los rodillos y los engranes, las hojas de papel contínuo quedara correctamente, y entonces, sí,
F) Del menú de "File", seleccionar la opción "Print..." y seleccionar el puerto "LPT1:"
[Aprovechando que tenía en el escritorio la impresora, podía imprimir del disco de mis archivos, un documento que hice en "Flow" con los símbolos de los diagramas de flujo y explicación de su uso... al término de grabar todos los cambios, debía pegar una cinta negra para cubrir una "muezca" en el disquete, para protegerlo contra escritura. Lo guardaba en su sobrecito de papel, y ahora en una caja de plástico rígido que dice "Verbatim"].

Sí, me inicié en este maravilloso mundo de las computadoras con una PC AT286, con 256kb de memoria en RAM, sin disco duro, con 2 Diskette Drives de 5.25", y con un monitor monocromático verde. Usaba el DOS versión 3.0 y usaba una impresora de matriz de puntos modelo Star1000.

Afortunadamente los 4 lectores que siguen este blog me conocen y podrán constatar que apesar de lo que se puede imaginar al leer este post, no soy un anciano... La evolución del cómputo va más rápido que cualquier otro avance tecnológico.
Estudié una carrera técnica, muy ligada a computadoras. Desde mi primer empleo formal, he estado vinculado con la tecnología. Primero dando soporte, luego participando en líneas de manufactura de equipos de alta tecnología, después, vendiendo soluciones tecnológicas, y ahora, vendiendo equipos de cómputo para mercados masivos.

Sin considerarme un tipo que "las sepa de todas, todas", sí creo que me he mantenido por lo menos a una distancia lo suficientemente razonable de aspectos tecnológicos como para no ser sorprendido tan fácilmente, al menos en lo que al hardware de cómputo se refiere.

Ahora, que estoy en el medio del cómputo, desde luego procuro estar al tanto de todo cuanto se inventa en este renglón, y por esta misma posición en la que estoy, un fabricante de una reconocida marca de accesorios para almacenamiento de información, se acercó para ofrecerme uno de sus nuevos productos para que lo probara y validara que fuera compatible con las computadoras que vendemos.

Es una "Express Card" de 8GB de capacidad. Esta monería, funciona como un disco extraíble muy portátil, de apenas 7.4cm x 3.4 cm y medio centímetro de grosor, resistente a golpes y que funciona a una velocidad que supera por mucho los dispositivos similares que usan el puerto USB2.0.

Después que las pruebas fueron un éxito y que quedé muy satisfecho con el producto, puse la tarjetita en la palma de mi mano, y no podía dar crédito de los pasos agigantados con los que avanza la industria. ¡Hace 15 años, tenía en la palma de mi mano un diskette de 3.5", con doble densidad, con la fabulosa capacidad de almacenar 1.44MB! Y este diskette, estaba superando por mucho a su antecesor, un diskette que medía 5.25", con una capacidad de 360Kb, que era demasiado flexible, frágil, y tenías que ponerle un pedazo de cinta para bloquear su escritura.

No tengo una idea clara de cómo se almacenaba la información cuando yo tenía un año de edad... pero en los últimos 15 años he sido testigo de la vertiginosa y exponencial carrera por el almacenaje de información, y ahora, que en mi mano tengo una tarjetita que puede almacenar toda la información que he podido generar en años, no me puedo aventurar a imaginar cómo va a guardar sus tareas mi hijo cuando tenga 15 años... o cómo va a respaldar su información cuando tenga 30.

Si no lo hubiera vivido yo, pensaría que todo esto es producto de la ciencia ficción.

lunes, mayo 28, 2007

Andrés observando la lente de la cámara de su papá.

Andrés se ha negado decir palabra alguna. A veces, en una "frase de sus borucas", puedo escuchar que dice "pa-pá", pero para no hacerme ilusiones, debo suponer que lo aleatorio que pueden ser los limitados fonemas de mi hijo, la combinación de "pa-pá", es tiene una alta probabilidad de aparecer en cualquier momento.

Por otro lado, entiende ya muchas cosas: le decimos: "Ven", y viene. "Dame", y pone la galleta que trae en su mano en mi boca... "Toma", y extiende su mano para agarrar lo que se le ofrece. "Siéntate", con unas palmaditas en su banquito, y se sienta. Le decimos "Házme unos ojitos", y los cierra de una manera diferente a como parpadea normalmente... "¿Dónde está mi nariz?" y me aprieta la nariz hasta que me la deja roja. Le decimos "¿Vamos a la calle?" y se acerca sin titubear a la puerta de salida, tratando de alcanzar la cerradura.

La única palabra que me temo que no ha aprendido su correcto significado es el universal concepto "NO". Cuando estoy cómodamente sentado viendo algún programa de televisión, y veo que Andrés se ha metido en la cocina, y ha abierto el cajón donde Lina guarda los frascos con los condimentos, y ha sacado el frasco de pimienta negra o la botella de salsa inglesa, y tengo que decidir si pararme de mi cómodo sillón y perderme algunos diálogos de mi serie, o ignorarlo y concentrarme en la tele, siempre opto por un enérgico grito que cualquiera debería entender: "Andrés, No!", que en la teoría, cualquier niño debería sentirse sorprendido y dejaría de nuevo las cosas en su lugar, apenado y se iría a su cuarto a meditar sobre sus actos. Pero con Andrés así no funciona. Mientras más fuerte es mi "NO! MUCHACHO!"; sus ojitos no pueden evitar mostrar que está sintiendo un placer insano. Como si verme gritándole como loco desde mi silla, fuera incluso más placentero que echarse la sal de ajo encima. Puedo gritarle tratando de imponerme como líder de la casa, pero le importa tanto como dejar caer el frasco de las hierbas aromáticas.

Y siempre termina la escena, cuando me tengo que levantar, sacudirle las manos, cerrar los frascos, poniéndolos en su lugar, cerrando el cajón y por supuesto, perdiéndome siempre partes importantes de mi programa.

Con mi cara de enojado, le dijo que "eso no se hace"... a lo que responde mostrándome sus 8 dientitos en una risa burlona. Lo abrazo y lo llevo a sentarse junto a mí, para que, en la primera oportunidad está ahí, otra vez, con esa mirada pícara abriendo poco a poco el mismo cajón.

Lo mismo pasa con su fascinación por meter las manos en el bote de la basura de la cocina, o por entrar al baño y querer jugar con el agua de la taza, o cuando insiste en subirse a una silla. Pareciera que sabe perfectamente lo que queremos decir cuando usamos la palabra "NO", pero que, al tener conciencia de que está haciendo algo prohibido, comienza a descubrir lo placentero que es todo lo que no debemos hacer.

Es difícil saber lo que pasa en el cerebro de un niño de casi 14 meses. Su cerebro no deja de estar trabajando. Todo lo vé, todo lo quiere tocar, todo cuanto puede escalar, lo hace, y en esa tremenda curiosidad, siempre se está metiendo en situaciones que nosotros los adultos, presumimos como "peligrosas", "antihigienicas", o "incómodas"; pero cuando un niño deliberadamente desobedece los sabios consejos de sus padres a tan temprana edad, augura una niñez y adolescencia muy complicada.

Andrés mientras ordena por olores los frascos de condimentos de la cocina de su casa.

domingo, mayo 27, 2007

En el ring de la vida,
en la lucha contra la calvicie,
he apostado mi cabellera a dos de tres caídas sin límite de tiempo...
y voy perdiendo.

miércoles, mayo 23, 2007

Se me ha ocurrido, que cuando yo sea presidente municipal de Zapotlán el Grande, voy a hacer un "Laboratorio de Restaurantes". Explico el proyecto:

Siempre ha sido una ilusión en mi vida, tener un restaurante. He tenido muchas ideas al respecto, que lamentablemente se ven opacadas contra la enorme cantidad de dinero que implica la inversión inicial... El local, la cocina, el mobiliario, etc... y difícilmente un inversionista querrá invertir en un proyecto que no pasa de ser una idea en un pobre e inexperto restaurantero.

Cosa diferente sería, si el proyecto ya estuviera funcionando... si ya estuviera probado que el menú cautiva, que el servicio convence, que la clientela nos recomienda. En ese caso, dado que el proyecto estaría probado, sería más sencillo conseguir financiamiento para lo que fuera.

Por eso, he pensado que voy a instalar una cocina estandar, con un comedor, que le vamos a prestar a jóvenes entusiastas con un proyecto muy claro y que, a cambio de una renta muy accesible, sin tener que hacer esa fuerte inversión, prueben que su restaurante es capaz de mantenerse por un periodo de tiempo razonable, y que, despues de ese experimento, puedan extender sus alas y volar.

Sería como hacer un "exámen". Si pasas, sobrará quién te financie el proyecto, si no, habrás tenido la experiencia de haber probado, sin haber perdido hasta la camisa, y tendrás que reflexionar en los factores que deberás mejorar para el siguiente proyecto emprendedor

En un país donde hacen falta jóvenes emprendedores, es importante ofrecer herramientas que garanticen un continuo entusiasmo creador.

lunes, mayo 14, 2007

Oh! captain, my captain!



No puedo evitar sentirme como huérfano.

Sólo.

Supongo que todos en mi equipo, sentimos a flor de piel esta ausencia que se nota en las llamadas, en la oficina, en la certeza de que no volverá otra vez.

¿Cómo acostumbrarme a su silencio, si llegué siguiendo su voz? ¿Cómo hacerme a la idea de que no vendrá si llegué porque aquí estaba?

¿Entonces qué hago aquí?

Hace ya algunos años, cuando mi situación contractual en el departamento donde estaba, era lo mejor a lo que podía aspirar, Alfredo en una de esas múltiples sesiones de cigarrillos y de conversaciones relajadas me propuso cambiarme de departamento y obtener con ésto, un mejor gafete.

Bastó que hiciera una llamada, una recomendación, y al cabo de una semana, ya contaba con una mejor posición en la compañía.

Algunos años después, las circunstancias me orillaron a tomar la decisión de separarme de esa gran compañía.

A él fué a una de las pocas personas que fuí a notificarle en persona qué había decidido. Seguramente le sorprendió mucho el aventurado destino que me iba a jugar, pero sabíamos que apesar de que los caminos se separarían tan drásticamente, el destino nos permitiría volver a encontrarnos aunque sea sólo para saludarnos...

Fué el destino el que se encargó de que mi currículum cayera a Kodak, y fué ahí mismo donde tuve mi primer encuentro con las ventas... Jamás me imaginé que dar el paso a las ventas fuera precisamente el lazo que me haría encontrarme de nuevo con él... ya que al cabo de muchos meses, de largos y estresantes viajes por la república y países vecinos, era urgente cambiar de ambiente y pasar más tiempo con mi esposa y con nuestro recién nacido hijo.

Alfredo necesitaba cubrir una vacante de vendedor que sólo cubriría la zona del occidente... y cuando platicamos al respecto, me contrató sin siquiera leer mi currículum.

[Caray... no sabía cómo agradecerle todo lo que había hecho por mí]

Apesar de que la empresa en el que nos tocó participar juntos, era en el arranque de un proyecto muy ambicioso, aderezado con muchas circunstancias adversas, y sazonado con mucho estrés, la relación laboral, siempre tuvo un matiz fraternal y de amistad aún en los momentos en que pensábamos que habíamos tocado fondo.

El viernes pasado le tocó a él dedicarnos unas palabras de despedida. Se separa de la compañía, como una solución a una incompatibilidad de visiones.

No sé si debería ésto preocuparme; pues aunque entre Alfredo y yo tenemos muchas diferencias en formas de pensar, algunas de las coincidencias que compartimos es precisamente en la visión del negocio en el que estamos.

El viernes pasado, en una junta en la que estuvo presente el director de la compañía, dándonos la versión oficial de la separación de mi jefe, sentí esta impotencia de no poder ayudarlo... de sentirme tan pequeño como para poder darle la mano... de imaginar que si fuera yo el que se despedía, él sabría cómo ayudarme y yo, en esa silla, detras de esa enorme mesa, no podía hacer nada.

Fué quizá por cobardía, por vergüenza, o porque simplemente no había mucho sentido hacerlo, pero me habría encantado subirme a la mesa, mirarlo de frente, y como símbolo de que estaré ahí para lo que sea, decir firmemente: "Oh! Captain, my Captain".

Alfredo, nos vas a hacer mucha falta, porque todavía me hace falta aprender más de tí.

Un abrazo, Capitán.

miércoles, mayo 02, 2007

Los accidentes automovilísticos son una cruda realidad.

Sabemos que por el simple hecho de salir a la calle en un automovil, estamos expuestos a estar involucrados en un accidente, ya sea por cometer una imprudencia, o un descuido, o ser víctima y sin tener ningún tipo de responsabilidad, sufrir las consecuencias.

Decirlo así de simple y llano, implicaría que a sabiendas de esa posibilidad, debería estar preparado para que algo así me ocurriera. Pero no es así.

El sábado, al inicio de nuestro fin de semana, en camino a Zapotlán El Grande, tuvimos un accidente: Un camión de carga, súbitamente cambió de carril, invadiendo el espacio de una camioneta pickup, que tuvo que frenar así, rápidamente... nosotros (Edi, mi hermano, en el asiento del copiloto, Lina detrás de él, Andrés, dormido en el asiento trasero, apoyando su cabeza en las piernas de su mamá y yo al volante), frenamos, casi simultáneamente, para evitar alcanzar a la defensa de la camioneta, pero una camioneta Durango, con protección antichoques, no supo leer lo que estaba ocurriendo, o por distracción, no pudo frenar, hasta que destrozó toda la parte trasera del Golf de mi esposa.

Primero, la sorpresa de una violenta sacudida y no entender lo que está sucediendo, después, el escalofrío al ver los miles de cristales que llueven en el interior del auto, el terror de imaginar lo peor, y antes de que termine el primer segundo después del impacto, el enorme sentimiento de coraje e impotencia que se atora en la garganta y evita cualquier tipo de grito o quejido.

Luego el silencio.

-"¿Están bien?" pregunté con un nudo en el estómago esperando escuchar sólo un "sí" como respuesta.

-"...sí." Responde Edi.

-"...estamos bien." Dice Lina con una mano en la cabeza y la otra en el pecho de Andrés que sigue acostado.

Me dolía la espalda, los hombros y el cuello... pero más me dolia aguantarme las ganas de salir inmediatemente del auto y gritarle a ese idiota hasta desahogar ese coraje.

Nos salimos de la carretera, en un acotamiento, y sin muchos aspavientos, cruzamos un par de palabras. Le llamamos a nuestros seguros, y con mucha dificultad, por el temblor de mis manos, encendí el primer cigarrillo.

El parabrisas trasero, estaba convertido en una una pedacera de pequeños cristales en el interior, en nuestras ropas y cabellos; la defensa hecha pedazos, la puerta de la cajuela deforme.

Pero lo más dañado hasta el momento era mi tranquilidad.

Andrés ya estaba sonriendo, como siempre, queriendo caminar y señalando con su dedo todo cuanto le llamaba la atención... y yo, en cambio, sin poder evitar imaginar las terribles consecuencias que pudimos sufrir... que Andrés, vulnerable, frágil y ligero, pudo sufrir.

La sóla idea me vuelve a apachurrar el estómago.

Llegaron los ajustadores, y al encender mi cuarto cigarrillo, pude reflexionar de lo injusta que era la situación.

Por un lado, 'el imprudente', no tuvo ningún daño considerable en su vehículo. Podía continuar su viaje a Autlán, sin ningún problema, y con un pequeño 'deducible', limpiaba su culpa y reparaba los daños que causó.

Nosotros, en cambio, seguíamos temblando y sobándonos el cuello y espalda... seguíamos alterados, pensando en las terribles consecuencias como pesadillas; tuvimos que suspender nuestro viaje, asustados, y ahora el coche de Lina estará fuera de servicio por lo menos 4 semanas. Todo eso ¿quién nos lo paga? ¿Cómo lo recuperamos?

Hoy, despues de que creo haber superado esa terrible experiencia, no me queda más que agradecer a Dios que estemos completos, sanos, y que, apesar los inconvenientes y de las incomodidades de no tener un coche, no puedo evitar sentirme nuevamente bendecido por tener la oportunidad de escribir en este post, sólo una anécdota que no pasó a mayores.

martes, mayo 01, 2007

¿A ningún legislador se le ha ocurrido proponer una ley que decrete todos los miércoles como descanso obligatorio?

¿Se imaginan? Las semanas laborales serían sólo Lunes, Martes, Jueves y Viernes.

[Qué ideas se me ocurren justo en el marco del "Día del Trabajo"]