lunes, febrero 26, 2007

Mañana salgo de nuevo de viaje.

Este viaje es parte de una gira en la que tenemos que visitar varias ciudades anunciando los productos de la marca para la que trabajo.

Los viajes de negocio, han sido muy frecuentes en mi carrera profesional.

Por asuntos de empresa, he recorrido prácticamente todo el territorio nacional, y algunos países vecinos. He probado muchos platillos y bebidas típicas, y, por qué negarlo, en muchas ocasiones la he pasado muy bien.

Sin embargo, en la gran mayoría de esos viajes, son verdaderamente de trabajo. Casi nunca es posible salir y hacer unas compras, o salir y tomar unas fotos... o cuando se está en un destino turístico, la mayoría de las veces, era imposible usar ese traje de baño, que regresaba a casa, del mismo modo que fué empacado.

Asistir a una conveción en Acapulco, y bajar de tu habitación de saco y corbata al centro de negocios es para darse un tiro. Más aún cuando te toca compartir el ascensor con una numerosa familia de turistas que bajan en trajes de baño, con salvavidas y oliendo a ese penetrante bronceador olor a coco.

Caminar en medio de las áreas verdes, junto a la piscina, con un portafolios en la mano, resulta verdaderamente vergonzoso.

Vergonzoso, es, tambien, cuando por mala suerte, te ha tocado viajar solo, y, en un afán de salir de la rutina, o conocer un poco el sitio que se está visitando, decides salir a cenar a un restaurante.

Evidente es, que no tendrás ninguna prisa por cenar, o por irte de ahí, por lo que sacas del portafolios, el periódico o la revista que tomaste del avión... o haces algunos mensajitos por celular... o simplemente, le pones atención al televisor del lugar, 'para hacer hambre'...

Al cabo de unos minutos, habrás notado las miradas lastimosas de los meseros que ya comienzan las apuestas para ver si llegará o no tu compañía.

-"Vengo solo y no espero a nadie!" te urgirá aclararlo cada que pase uno de esos meseros que con su risita burlona te hará sentir que él ganará la apuesta porque te dejaron 'plantado'.

Por más que saques la laptop y actues que trabajes, o aunque ordenes de inmediato, esa sensación no se te quitará mientras estés en ese lugar.

Cenarás rápido por evitar esas inmerecidas lástimas, y tardará la digestión por el coraje de ese injusto malentendido.

Si te ha pasado algo como eso, estarás de acuerdo conmigo que no hay nada más rico y más relajado que un club sandwich en tu habitación.

Pedir room-service, y disfrutar de la soledad de tu habitación, en medio de una ciudad llena de extraños, es lo mejor que puedes hacer si estás solo. Prender el televisor, navegar por todos los canales disponibles, tirarte en la cama y chatear con quien esté conectado... andar de aquí para allá en calcetines, es el mejor turismo de negocios que podrás hacer.

Además, por algún tipo de convención internacional, los club sandwich de TODOS los hoteles del mundo son idénticos, así que no habrá riesgo de que uno no te guste. Si te gusta uno, el resto es exactamente igual.

Mañana, pues, seguramente estaré en algún cuarto de algún hotel de alguna ciudad de México, cenando, sin duda, uno de estos manjares de la hotelería.

Salud!

miércoles, febrero 21, 2007

En una ciudad o región, la gastronomía y los platillos locales, siempre ocupan un lugar fundamental en la cultura del lugar... degustar de la comida local, forma parte, casi siempre, de la agenda de los visitantes, así se encuentren por negocios o por simple turismo.

Ir, por ejemplo a Puebla y no comer mole, o chiles en nogada... o darse una vuelta a Monterrey y no llegar -aunque se esté a dieta- al "Rey del Cabrito"... o venir a Guadalajara y no ensuciarse los dedos con una torta ahogada, hace, de alguna manera, incompleta la visita... así se hayan visitado los monumentos, los edificios, catedrales, u otros atractivos, el no comerse "el platillo de casa", siempre deja la sensación de que no se estuvo ahí por completo.

Cuando niño, en mi Zapotlán el Grande, no tenía claro cuál sería el platillo típico de mi pueblo. Cuando mis tíos o amigos nos visitaban y nos preguntaban que cuál era el lugar para comer al que no podían faltar, las respuestas eran siempre muy variadas... Unos decían que la birria de "con el Azul"... otros le daban ese crédito al pozole de con Amelia; A tal o cuál menudería... o a la comida corrida de "Juanito's"... Había gente incluso que debatía entre cuál era el mejor taquero banquetero de todo el pueblo... o que si las hamburguesas con pepino frente a la VolksWagen eran las mejores de toda la región... otros, como yo, simplemente nos quitábamos de broncas diciendo que en la planta alta del mercado "Paulino Navarro", había un "food court" donde podrían encontrar cualquier cosa que se les antojara... eso sí, todo con el meritito sabor de Zapotlán.

Pero en los últimos años, un concepto vino a revolucionar la gastronomía típica de mi tierra.

Esas tostadas que Don Rubén vendía muy modestamente en su triciclo hace más de 40 años, ahora con un giro más comercial y gracias al empeño emprendedor de sus hijos se han apoderado indiscutiblemente en el platillo obligado a consumir mientras se visite a Cd. Guzmán.

De lomo, lengua, cueritos, oreja, pata, trompa; con frijoles, salsa, col y el ingrediente que las hizo famosas: un chile MUY enchiloso. Ese chile de receta exclusiva de la descendencia de Don Rubén, tan enchiloso como sabroso, ha convertido a los varios restaurantitos que se han instalado en toda la ciudad en los favoritos de turistas y locales. Tostadas "Pepe's", Tostadas "Jorge's", y Tostadas "Don Rubén", son siempre garantía de la mejor tostada.

Del gusto de cualquier clase social y cultural, una de estas tostadas es la recomendación más atinada cuando un conocido visita mi ciudad.

Hoy en día, conozco personas que recorren una distancia mayor a los 120 kms, sólo para comerse uno de estos exclusivos platillos... Sí. La gente de Guadalajara que alguna vez probó una de estas tostadas con ese ingrediente tan especial, no puede dejar de volver una y otra vez para deleitarse, además del clima y los paisajes urbanos de Zapotlán, de una de esas emblemáticas tostadas.

Pero como la globalización no es ajena del Sur de Jalisco, "Don Rubén" ha decidido dar un paso muy importante: Abrir la primer franquicia en Guadalajara.

Quizá para la mayoría de quienes leen estas líneas, esto no signifique nada. Pero para quienes conocemos la historia de este negocio, tan zapotlense, podemos sentir un poco de orgullo.

Además, claro, de la tranquilidad que significa saber que habrá una de esas deliciosas tostadas de lengua esperando para satisfacer el antojo de los zapotlenses que vivimos en Guadalajara, sin tener que esperar al fin de semana, cuando regularmente vamos a Cd. Guzmán.

"Tostadas Don Rubén", sucursal Guadalajara está frente a "Tacos Los Alteños", muy cerca de la esquina de las calles Niño Obrero y Tepeyac.

¡Ah!... y para postre, unas ricas palanquetas de nuez o una pieza de pan de con las "Arreola", que dicho sea de paso, también los puedes encontrar en este nuevecito "Rincón de Zapotlán" en Chapalita.

Buen provecho.

lunes, febrero 19, 2007

En un intento desesperado, y ahora que lo pienso bien, en un intento bastante estúpido, por querer darle a nuestro hijito una nueva alternativa de sanación a su gripita, este pasado fin de semana, decidimos subirnos en el coche y salir en busca de las cálidas playas del vecino estado de Colima.

En un afán de aventura, nos fuimos hasta Tecomán, donde desde una palapa, podíamos ver la grandeza del océano pacífico.

No le alcanzaban los ojitos a Andrés para poder ver de una vez todo el horizonte, y con una de esas sonrisas que ningún padre podrá olvidar, fué suficiente para decidir convencernos y quedarnos ahí, para dar rienda suelta a este tratamiento alternativo que sus padres inexpertos improvisarían en este viaje.

Pero cuál fué la sorpresa, de que ahí en Tecomán, NO HAY HOTELES en la playa. El atardecer amenazaba con bajar la temperatura, y el viento no perdonaba ni a la palapa más imponente, así que la necesidad de hospedarnos era imperativa. No podíamos echar para abajo el avance que habíamos logrado en ese día de calorcito y buen humor... el viento y el frío de las playas en la noche, podría ser un perfecto aliado a ese virus que se niega a ceder terreno.

Así que uno de los meseros del lugar nos recomendó un lugar a unos pocos kilómetros de donde estábamos.

Sin pensarlo mucho, nos animamos a ir, y después de varios minutos por un camino completamente desolado y cada minuto más obscuro, nos encontramos con un hotelito muy modesto pero muy lleno.

Había muchos coches mal estacionados, un grupo de bohemios cantando con una guitarra, casas de campaña instaladas, y muchas tablas de surf. Sí, lo qué más me llamó la atención era la cantidad de tablas para surf que estaban recargadas en los pilares del hotelito de apenas 10 habitaciones. Rápidamente me llevaron a la última habitación disponible: Una cama, una mesa, y un baño sin puerta ni lavabo y con una regadera sin agua caliente.

Había además, un par de toallas y una media docena de mosquitos parados en las paredes... Todo por sólo $250.

Habíamos llegado a un hostal de la playa Boca de Pascuales.

A la mañana siguiente, prácticamente en medio de la nada, Lina, Andrés y yo, instalamos nuestra sombrilla, en la playa, para ver un espectáculo que nunca me imaginé tener tan cerca: ¡surfistas dando un espectáculo de primera y nosotros en primera fila!

Poco nos importó que Andrés hubiera tomado confianza y gateando, se hubiera salido de la sombra... o que estuviera comiendo arena... o que, despues de juguetear, tenía arena hasta detrás del resortito del pañal.

Ante el espectáculo de estos intrépidos atletas marinos, ya ni siquiera me había dado cuenta que los mocos que salían de la nariz de Andrés estaban 'empanizados" con esa salada arena de mar.

El tratamiento naturista-alternativo, la hipótesis de los beneficios del sol y el calor tropical, el experimento que prometía aliviar la gripa de Andrés, todo, resultó un rotundo fracaso. Pero por el entusiasmo que pudimos ver en los ojitos del güerito, creemos que valió la pena intentarlo.

Ahora, que el haber descubierto este paraíso a donde he prometido volver lo antes posible, fue el "extra" que hizo de mi fin de semana, una aventura que podrá ser el inicio de mi nueva vocación: El Surf.
Necesito una aspirina para este dolor de corazón...

Andrés tiene ya casi 10 días sufriendo de una gripa que nos duele a todos. Su debut y despedida en la guardería fué catastrófica; después de casi 10 meses con una salud invicta, ahora tememos por su adicción a los antibióticos y jarabes para la tos.

Los mocos en su nariz, su tos, y sus ojitos llorosos nos duelen más a nosotros que a él... el niño ha perdido su vitalidad y ahora llora por cualquier cosa; todo le molesta, despierta por las noches asustado por no poder respirar, o lo asaltan ataques de tos que no le podemos parar con nada.

Tal parece, que en su triunfal entrada a la guardería, además de traerse el corazón de las niñeras, se trajo una infección respiratoria que no le podemos combatir.

Coincide que unos días antes de entrar a la guardería, le habíamos aplicado la última dosis de la vacuna pentavalente, lo que nos hace pensar, que su sistema inmunológico estaba ocupado "atendiendo" a esa vacuna, mientras, desprotegido, fué asaltado por una gripa de esas que no se van a la primera de cambio.

Lo peor de todo, es que no sabemos qué más hacer. Lo hemos intentado de todo, desde baños de sol, hasta penicilina, pasando por unas gotitas homeopáticas que aunque buenas de sabor, no le hicieron ni cosquillas a esos mocos que adornan el bigote de mi hijito.

Sólo quiere estar abrazado. Está súper sensible, todo le molesta, llora cuando le cambian su pañal, cuando le cambian la ropa, cuando quiere que lo abracen, cuando se prende o se apaga la luz, cuando quiere que una puerta sea abierta o cerrada... ¡Así no se portaba mi pequeño Andrés!

Quiero pensar que está bajo la influencia de los narcóticos que le estamos suministrando, y que, al término de esta pesadilla, y después de una rehabilitación, podremos dejarlo "limpio" y podrá, de nuevo a ser el mismo güerito que te pide los brazos con una encantadora sonrisa que ilumina cada día.

lunes, febrero 12, 2007

Si en la edad media hubieran existido los teléfonos, una de las torturas más temibles, serían las largas teleconferencias de negocios en ayunas.

(Escrito durante una larga teleconferencia de negocios... en ayunas)

jueves, febrero 08, 2007

Si en la guardería de Andrés, dejaran entrar las andaderas,
su salón sería una versión de "coches chocones" en pañales.

martes, febrero 06, 2007

Andrés cumplió hoy 10 meses de edad.

Todavía no puede comer de todo lo que tenemos en el refrigerador, ni ha aprendido a ponerse sólo de pie, y ya se enroló en el rutinario mundo de la vida real.

Hoy, Andrés celebra su décimo mes, junto con su primer día de "interno" en una guardería pública.

Desde que terminó la incapacidad por maternidad de Lina, hasta la fecha, habíamos vivido una larga y desgastante problemática de no tener a nadie "fijo" a quién encargarle a nuestro hijo mientras estamos en nuestras oficinas. Cada semana era una pesadilla tener la incertidumbre de saber quién nos cuidaría a Andrés.

A veces, una tía, otras semanas una prima... la vecina, mi hermana, mi mamá, o mi suegra... Y cada vez las posibilidades se hacían cada vez más pequeñas, y por más que mi hijo aprendía a hacer más y más "gracias", todavía no era capaz de prepararse su biberón, ni a cambiarse de pañal por sí solo.

Por fín, y despues de un largo proceso de trámite burocrático y de una larga lista de espera, Andrés fué aceptado en su guardería. Hoy, les decía, es su primer día.

Eso, por un lado, nos resuelve un problema y nos deja más tranquilos... pero por otro lado, me conmueve y me rompe el corazón, imaginarme a mi hijito, en esa guardería, con esa atención tan fría y tan impersonal... que después de ser tratado como el centro del mundo, se dé cuenta tan pronto que en esa guardería será "un niño más".

Levantarse temprano, tener que dejar la pijama tan pronto, usar zapatos antes de las 8:30 am, y tener que soportar a su mamá peinándolo con gel todos los días... ¡apenas a sus 10 meses de edad! ¡Es demasiado pronto!

Ya no puedo esperar a verlo, cuando salga de "sus obligaciones", y tratar de encontrar en sus ojos el resumen de su primer día, y consolarlo si no fué bueno, y consentirlo... o celebrarlo si la pasó de maravilla.

Ya parece que lo veo, entrando esta tarde a la casa, despeinado, con los pantalones sucios, arrastrando la pañalera, quejandose quizá del niño de 14 meses que le quitó su biberón y sus galletas a la hora del recreo... O justificando y dando su versión de los hechos, respecto a la nota que me mande su maestra acusándolo de no hacer correctamente sus ejercicios psicomotrices...

Mi hijo, a sus 10 meses, entra ya a una edad de responsabilidad y yo a un rol, en el que cada vez tendré menos control de él de sus actividades y su desarrollo.

Supongo que es parte de la vida. Supongo que es lo normal. Supongo que así tiene que ser.

Pero duele.

Ojalá Andrés no tuviera que crecer tan pronto y pudieramos cuidarlo siempre dentro de su corralito.