sábado, junio 09, 2007

La caricatura más antigua que mi hijo recuerda ya era en "alta definición". La pantalla de LCD era entonces ya tan común, que tener un televisor con forma de "caja", era ya cosa del pasado.

Hoy que las pantallas de nitrógeno y mercurio permiten hacer televisión de 3 dimensiones, Andrés le platica a su hijo cómo aquiellas pantallas de su niñez sólo podían transmitir imágenes que en dos dimensiones, imitando sólamente la profundidad con ilusión óptica de manejo de sombras y luces.

El láser ya le permite a mi nieto ver caricaturas donde las formas y texturas de los personajes con más que una simple imágen. Ahora, se puede interactuar con los personajes de las historias, pudiendo, en la mayoría de los casos, participar en las tramas. Desde que se hizo comercial la televisión inteligente, no puedo evitar pensar que ahora la tecnología debe tener algún tipo de acuerdo demoniaco para poder lograr que los muñequitos de las caricaturas escuchen a mi nieto puedan actuar en función de él. En mi juventud, la "inteligencia artifical", era más artificial que inteligente, y hoy, es capaz de entretener y enseñar matemáticas a Fred, un niño de 8 años de edad.

Hoy se anunció que en un par de meses, la señal de televisión "nativa", va a ser suspendida, para usar ese espectro para ampliar el ancho de banda de los videófonos moleculares. Después de todo, hace más de 30 años que se había iniciado el proceso de digitalización de la señal televisiva. Esta noticia, me trajo un sentimiento de nostalgia, pues, en mi niñez y juventud, crecí viendo ese tipo de televisión... incluso mucho antes de que el ahora antiguo sistema de televisión por cable fuera tan popular y mis padres pudieran pagarlo... y entonces, se me ocurrió una gran idea. La comenté con Lina, le pareció una buena idea, y comenzó a prepararse para la aventura.

Sin que Andrés ni Fred tuvieran muy claro qué es lo que íbamos a hacer, les pedí que nos compañaran a la estación para usar el tren extrametropolitano, e ir a la Zapotlán de Arreola. Les prometí que no tardaríamos mucho. Que era sólo cuestión de un par de horas. Despues de todo sólo nos toma 25 minutos en llegar en tren de Guadalajara a Zapotlán.

Transbordamos en la terminal Orozco y tomamos el tren ligero al centro. De ahí, caminamos unas cuadras hasta llegar a la casa de los padres de Lina. Habían pasado ya muchos años que no visitabamos esa casa. Sin embargo, estaba exactamente igual que como la dejamos.

Andrés apenas la recordaba.

El polvo había dado ese tono sombrío a los muebles de madera que parecía estaban guardando el brillo del barniz, para cuando un trapo húmedo los frotara.

Para Fred, entrar en esa casa, era entrar en una cápsula del tiempo. El estilo del mobiliario y las lámparas, sólo los había visto en sus chip-books de historia. Hacía ya muchos años que no se usa la madera para hacer muebles, por lo que a Lina y a mí, nos llenó de nostalgia, volver a estar rodeados de toda esa magia que la madera en sillas, mesas y puertas pueden crear.

Nos dirigimos de inmediato a una habitación del fondo, para llevar al cabo mi plan.

Ahí estaba, le quité la manta que la protegía del polvo. Y ni teniéndola de frente, supieron de primera instancia qué era lo que les iba a mostrar.

La conecté a la luz eléctrica, giré un botón, y después de un par de segundos, estabamos ahí, viendo cantar en vivo a Azzid, el hijo de Yahir, en un televisor en blanco y negro que mis suegros habían comprado hacía más de 70 años.

Con unos pequeños ajustes a las antenas, y con un par de giros a la perilla donde se le cambia el canal, la imagen fué cada vez más nítida.

Mi hijo y su hijo no daban crédito a lo que estaban viendo. Andrés sabía de la historia de la televisión, pero la última vez que comió frente a este televisor había sido hace tantos años que su memoria no lo tenía presente. ¡Y qué decir de Fred! Que le costaba trabajo entender una imagen tan plana, como un dibujo en un papel.

La sorpresa fué aún mayor cuando Lina giró la perilla para cambiar de canal. El mecanismo manual, tan antiguo, era un concepto que Fred jamás hubiera imaginado. Ni siquiera Andrés conocía este procedimiento para cambiar de canal, pues desde antes de que pudiera caminar, ya era capaz de dominar los controles remotos infrarojos, antes de que los de ultrasonido fueran inventados.

Sólo un par de canales tenían señal gratuita aérea. Y estaban a punto de ser suspendidas sus señales definitivamente. Ahora mi hijo entendía de qué se trataba este tipo de señal de televisión.

Sólo los viejos como nosotros teníamos claro de qué se hablaba. Despues de más de 70 años, ese televisor ya sería por fin disfuncional, y una pieza para un museo donde lamentablemente, sin señal, los niños no podrán ver lo que había fascinado a mi nieto: Una imagen con movimiento, plana, en matices de grises.

En un mueble de la cocina, yo sabía que estaba un radio de bulbos, en el ropero de mis suegros, un reloj de manecillas y cuerda, fotografías impresas en papel; en el closet del antiguo cuarto de Lina, se habían guardado su grabadora para casetes, su secadora para el cabello y un sin fin de utilícimos artefactos de finales del siglo pasado que habrían hecho de esa aventura, una larga sesión de historia... pero el tiempo había volado, y teníamos que regresar.

Caminando a la estación del tren, Lina y yo nos tomamos de la mano, y caminamos por las mismas banquetas que habíamos recorrido hace casi 50 años... No pudimos evitar darnos un beso y recordar cuando éramos novios.

Espero que pronto podamos volver para darles a mi hijo y a mi nieto otro vistazo al pasado...

¡Hay tantas cosas de qué platicar todavía!

1 comentario:

Esteban Romero dijo...

Alex, me dieron ganas de llorar al ver el presente como si fuese el pasado, sabes? ojal