miércoles, diciembre 24, 2008

Con motivo de una pastorela, en la guardería de Andrés organizaron a los niños para que llegaran disfrazados de algún personaje.
Lina dice que había "angelitos", "diablitos", "pastorcitos" y un niño que se disfrazó de árbol de navidad. (pft!)

Andrés tenía que vestirse de ángel. Y aunque recientemente el comportamiento de mi hijo no es precisamente "angelical", vestido con aquel atuendo divino, en verdad parecía un mismísimo querubín... Sin embargo, y como no estabamos seguros que el disfraz regresara completo y en buenas condiciones del festival, Lina me propuso aprovechar que teníamos que fotografiarnos para un trámite académico, y pedirle a la fotógrafa que inmortalizara la imagen alada de nuestro hijo.

Era la primera vez que Andrés se exponía a tanto equipo fotográfico. Una cámara muy grande, con un lente muy prominente; luces, pantallas, un set con muchos fondos y muchas cosas de utilería. Le pusimos la muestra y Lina, y luego yo, posamos ante la cámara de la fotógrafa con sonrisas programadas pedidas expresamente por la profesional... Y le explicamos que eso era lo que tenía que hacer.

Y la sorpresa de propios y extraña fue ver la soltura y profesionalismo empírico en la conducta de nuestro hijo. Como todo un modelo, Andrés lucía desenvuelto y atento a las intrucciones de la dueña de la cámara y de los padres entusiasmados y sorprendidos.

-"Pon tu manita aquí. Mira para allá. Sonríe... [click] ¡Eso es!"

Y Andrés espera la nueva instrucción.
La cantidad de fotos y poses era inimaginable. Yo iba con la idea de que con que no llorara era más que suficiente, pero insisto, se veía como se ven los peces en el agua... ni hubo necesidad siquiera de gritarle "¡Pajarito, pajarito!"
Al término de la sesión, todos salimos muy contentos.
En el camino, le explicaba a Lina que ese comportamiento de Andrés era digno de haberle hecho un "detrás de cámaras", osea, filmar la sesión fotográfica para poder mostrar -presumir- las dotes histriónicas de mi hijito. Así que, emocionados planeamos, mientras regresábamos a casa a toda velocidad, repetir la hazaña. Sabíamos dónde podíamos improvisar un set de fotografía, pondríamos el tripié con la video cámara y con la cámara fotográfica, Lina tomaría fotografías sacando todo el potencial de nuestro hijito... así, bajo su dirección, tendríamos mejores fotos que las que habíamos tomado en el estudio.
Entusiasmados, movimos muebles, trajimos un banquito, pusimos las cámaras, y hasta traje la lámpara del escritorio para hacer el efecto de la luz indirecta. (¡!)
[REC]

-"A ver, hijo, sonríe, mira para acá..." Le decía Lina con la actitud de una fotógrafa profesional.

Y Andrés llorando: "Yo quiero la cámara!" Y caminaba hacia la cámara que se suponía captaría su dócil comportamiento.
Intentamos de una, otra y otra manera, y de aquel niño que seducía a la cámara sólo quedaba el recuerdo y se convertía en una tremenda frustración porque no se podía repetir el momento.
Despues de muchos corajes y amenazas, terminamos rindiéndonos tomando fotos que simplemente no estaban planeadas y arrancándole de sus diminutas manos mi cámara de video, aún apesar de su inagotable llanto.

Afortunadamente, las fotos de Andrés del estudio, pudieron procesarse e imprimirse, dejando, para la posteridad, esos rostros tan angelicales de los cuales jamás se podría creer que pueden producir lágrimas y llantos desconsolados.

Andrés posando magistralmente ante las instrucciones de la fotógrafa.

Aquí el ángel se había apoderado de la cámara de su papá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero que cosa mas linda!!! Esta precioso!!! Me gusta para yerno!!! Feliz año, un abrazote!
Carolina D.