miércoles, diciembre 19, 2007

Quiero compartir esta anécdota, para que sirva como ejemplo de que en este mundo hay personas que tienen muy claro que el verdadero espíritu de la navidad es dar.

Malhumorado, por lo difícil que es transitar por las calles nocturnas de mi ciudad en estas fiestas dicembrinas, me tuve que estacionar en afuera del cajero de un banco, a dos cuadras de la tienda de regalos que iba a visitar para hacer las últimas compras navideñas... Así que me estacioné, y todavía con el entrecejo fruncido me bajé maldiciendo mi dolor de cabeza, los 45 minutos que me tardé en llegar a esa tienda frente a "plaza del sol", y por no haber alcanzado un lugar en el estacionamiento de la tienda.

Compré lo que tenía que comprar y al más puro estilo greench me salí de la tienda sin siquiera decir un atento "gracias".

En mi camino a mi camioneta, un jovencito exageradamente vestido de mujer, quizá usando pestañas postizas y un maquillaje un poco cargado, con un todo de voz grave, pero atenta, me hizo una inesperada oferta totalmente desinteresada: "¿te la mamo, papi?".

En esta época, donde todos quieren pedir, donde en lugar de vernos como hermanos nos estamos cuidando de que no nos friengue el que viene en la misma banqueta, descubro que todavía hay quienes tienen en su corazón la generosidad que amerita esta época.

A pesar de que se veía que el muchacho lo decía de todo corazón, y que su propuesta era sincera y bien intencionada, francamente yo tenía mucha prisa y no me sentía nada bien, así que todavía en un tono muy seco, simplemente dije "No" y seguí mi camino.

Cuando me subí en mi troca, me percaté que el jovencito me había seguido los últimos 15 pasos y se quedó a un par de metros de mi puerta. Me veía con una sonrisa muy natural... Baje el vidrio de mi ventanilla, y pregunté: "¿Qué pasó?"

-"¿...entonces no se te ofrece nada?"

¡Caray! ¡Esa es una verdadera vocación de servicio! ¿Quién te insiste cuando se trata de dar? Me sentía muy mal de haberle negado la oportunidad de hacer quizá su última obra buena del día... ¿Quién era yo con esa soberbia? ¿Qué me costaba? Tenía que darle la oportunidad a ese muchacho de hacer algo por el prójimo; y mientras la camioneta empezaba a salir del estacionamiento para incorporarme a la avenida, le pedí un favor:

-"¿Me avisas si viene carro?"

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