El domingo fuimos los tres a la lavandería.
Al final, cuando me acerqué a la caja para pagar, senté a Andrés en el mostrador para sacar mi cartera... Saqué mi tarjeta y el empleado la tomó y salió del local porque el punto de venta estaba en el local de al lado.
Andrés estaba muy insistente estirando la mano detrás del mostrador. Curioso, me asomé, y ví que mi hijo pretendía alcanzar la enorme colección de brillantes monedas y billetes que estaban en un cajón abierto detrás de la barra... y aunque intentaba jalar a mi hijo, éste se aferraba a estirar el brazo.
Decidí, cerrar dicho cajón, para quitarle la tentación.
Justo cuando mi mano estaba haciendo el esfuerzo para cerrar la caja registradora, el empleado llegó con mi voucher y una pluma para firmarlo.
Lentamente regresé mi mano del lado del mostrador donde estaba el resto de mi cuerpo y con la cara larga de vergüenza firmé los $120 del servicio de lavado y secado.
Estoy completamente seguro de que el empleado de la lavandería tuvo la duda de lo que pasó en su ausencia hasta el final del día en que hizo el corte de caja. Suponiendo que no lo hizo inmediatamente después de que me fuí.
A veces, los hijos, sin querer, hacemos pasar terribles vergüenzas a nuestros padres... y ya comienzo a pagar todas las que hice.
lunes, agosto 13, 2007
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4 comentarios:
Igual y si te ibas a embolsar unos 100 pesitos, la ventaja de tener a Andrés es que siempre hay a la mano una elegante excusa.
Just kidding.
Aguas! si se llevo tu tarjeta, a lo mejor se cobró por adelantado, y al regreso el empleado pensó - tendré cien años de perdon-
edil.
llata, pthhh
"y aunque intentaba jalar a mi hijo, éste se aferraba a estirar el brazo"
ajaja... ahora resulta que tu hijo es mas fuerte que tu!
Y no me digas que la unica opcion era dejarlo sentado ahi donde podia estirar el brazo
Si para excusas no nos falta imaginacion !
Saludos
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