domingo, julio 22, 2007


Quisiera que quedara claro que mi posición es estar siempre en contra de la violencia. Sin embargo, puedo justificar grupos armados que de una forma intentan -aunque sea inútilmente- querer mejorar las condiciones de sus pueblos.
Las guerrillas en México no son nuevas. En el sureste del país, donde el hambre es la única propiedad de la gente, y la miseria les aprieta el cuello desde que son niños y hasta que mueren, es más que un caldo de cultivo para que padres desesperados por no tener nada que darles de comer a sus hijos, o dónde cubrirlos de la lluvia, o cómo curarlos de una enfermedad, tomen un arma y se unan a estos grupos que en esos contextos representan la única esperanza de que las cosas cambien para ellos y los suyos. Sí, no se les puede pedir paciencia a que se aprueben las reformas.
No se les puede prometer que ahora con el nuevo presidente las cosas van a cambiar. No se les puede seguir mintiendo como se les ha mentido por generaciones. Por siglos.

Pero tampoco se les puede juzgar a la ligera. Los pueblos donde suceden estos fenómenos no tienen nada más que perder más que la vida. Y los pocos programas federales de apoyo que llegan a estos lugares sólo lastiman más la dignidad de los pueblos.

Agravando la situación, desde que estos grupos representan una amenaza al órden público, el ejercito se ha encargado de recrudecer las condiciones no sólo de los guerrilleros sino de las mujeres y niños de los pueblos insurgentes, ya que los soldados que tienen la misión de apagar estos movimientos no pueden distinguir la frágil línea que separa los conceptos de "mantener el órden" y "abusar de los derechos humanos".
Ayer vi la película "El violín"; una película mexicana, que sobresale por su magnífica fotografía en blanco y negro. Por la música y por la selección de los personajes. La película cuenta una anécdota de Don Plutarco Hidalgo, un anciano violinista manco, que a pesar de su inocente aspecto resulta una pieza fundamental en el grupo armado donde su hijo milita.
La historia no puede evitar mostrar la crudeza de la realidad que se vive en estos lugares con estos conflictos.
Los abusos de los soldados con gente inocente y lo vulnerable que es el órden en estas circunstancias, sin embargo es una película que invita a la reflexión y a conocer el lado de la historia que los medios oficiales de comunicación no nos muestran.

Una película que compromete... Que recomiendo ampliamente.

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