jueves, febrero 05, 2009

Siempre he dicho que mientras escribo este blog, lo hago pensando en el futuro. En mi hijo. Muchas de las cosas que he escrito, son pistas para que, en un futuro mediano, se pueda entender el espacio-tiempo en el que me ha tocado vivir. Pero mi punto de vista siempre será limitado a la información a la que tengo acceso... A veces, esa información, diferente a la que tienen otros, nos creará diferencias en la percepción de esta misma realidad, y cada quien, podrá, desde sus propias evidencias, defendarla como absoluta.

Hoy leí esta "fotografía" que escribió Ricardo Rocha. Me gustó. No su tono poco optimista, sino su crudo realismo. Realismo que, desafortunadamente, apesar de tantas evidencias, muchos todavía se niegan a reconocer y aceptar.

Me tomé la libertad de transcribir el texto de Rocha, con la única intención de poner otro punto de vista de lo que nos pasa, aunque no sea muy distinto a lo que ya he venido describiendo...

Ante tal descomposición social y económica en la que estamos sumergidos, quien todavía afirme que "vamos bien", que "no hay nada por hacer", que "este es el mejor modelo económico que podemos tener", debe estar viviendo en un mundo paralelo.


Ricardo Rocha Detrás de la Noticia
05 de febrero de 2009

Oficio de tinieblas

A la crisis económica y social que padecemos se añade la violencia más
sangrienta en décadas

Son estos tiempos de oscuridades. No hay la menor señal luminosa. La crisis financiera se hizo crisis económica. Ahora vivimos también una profunda crisis social. El desempleo, las deudas crecientes, la pérdida del valor de nuestro dinero, la amenaza cierta del decrecimiento, pero sobre todo la distancia con quienes nos gobiernan agudizan día a día sentimientos de dolor, orfandad y rabia cada vez menos contenida.

Eso de que la crisis nos vino toda de fuera no es ningún consuelo. Tampoco es cierto. Aquí contribuimos a profundizarla con la ignorancia, la irresponsabilidad, la soberbia y la frivolidad que hoy caracterizan al gobierno.

Así que, a riesgo de una comodina acusación de traición a la patria, hay que decirlo: esto es apenas el principio de la peor crisis económica de que se tenga memoria. Y sus embates nos golpearán cada vez más fuerte debido a los rezagos en el mayor de nuestros males: la pobreza. Más de la mitad de los 110 millones de mexicanos son pobres, 20 millones padecen hambre y muchos de nuestros niños se mueren cada año a causa del abandono oficial.

También es incuestionablemente cierto que la miseria ha desgarrado y separado a decenas de miles de familias por el éxodo al norte. El que no quiera ver y reconocer este escenario es por torpeza, ignorancia o conveniencia. Decir mentiras siempre ha sido un gran negocio.

A la crisis económica y social se añade la violencia más sangrienta en décadas. La estadística de los miles de muertos, los ejecutados, los descabezados y los secuestrados es un entretenimiento perverso. ¿Alguien puede caminar en cualquier pueblo o ciudad sin miedo a ser víctima de un delincuente o, peor aún, de un policía?

Y mientras administramos aspirinas para el cáncer de la crisis o nos desgastamos en una guerra sospechosa contra el crimen organizado —que ya está adentro de todos nuestros órganos de seguridad y justicia—, el país se nos deshace entre las manos: perdemos cada año 400 mil hectáreas de bosques y selvas, el equivalente a Aguascalientes, por lo que tendremos un México cada vez más chico; nadie como nosotros para ensuciar ríos, aires y suelos y para desecar
lagunas o destrozar los hábitats submarinos de nuestras costas.

En este panorama desolador, vamos dejando atrás nuestras tareas más apremiantes: una gran reforma del Estado para reequilibrar los tres poderes de la Unión y el pacto federal; un nuevo modelo económico para abatir la pobreza y recuperar el crecimiento; una gran revolución educativa para construir el futuro.

Hoy, más que nunca, urge rehabilitar un Estado fallido ahora también en crisis de valores: donde los intereses se oponen a la ley, en el que se privilegia a unos cuantos en perjuicio de los más; donde la corrupción es moneda habitual; en el que se han prostituido los mejores propósitos y en el que el bien más escaso es el patriotismo.

Es en este escenario de oscuridades donde los periodistas hemos de ejercer nuestro oficio de tinieblas. Y en esta convicción, tal vez podríamos recurrir al pasado para iluminar el futuro; a las gestas heroicas de las mujeres y los hombres que nos definieron como nación; a los muros incendiados por los colores imposibles de nuestros artistas; a las páginas de ensoñación de nuestros escritores; a la suma, en fin, del esfuerzo anónimo pero todavía presente de
quienes han construido este país a lo largo de 30 siglos de historia envidiable.

Sobre todo en estos tiempos de globalización irracional.

Mirar al pasado para alumbrar el futuro. Puede ser un principio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por diagnósticos de la realidad no paramos; obviamente los manejadores de la economía y el dinero, incluyendo al gobierno, maquillan las cifras y los hechos a su gusto y conveniencia al mismo tiempo que insaciablemente se adueñan del asqueroso dinero. El problema consiste en qué medidas se deben implementar y lo que no se debe hacer y es ahí donde surge el mundo de opiniones, muchas veces contradictorias. En la revista de Interjet #27 de este mes de febrero leí un artículo donde aparece un decálogo de Lincoln del que yo nunca había oído hablar, pero en sintonía con la propuesta de Rocha, "Mirar al pasado para alumbrar el futuro", me pareció interesante darlo a conocer: "No se puede crear prosperidad desalentando la iniciativa propia. No se puede fortalecer al débil debilitando al fuerte. No se puede ayudar al pequeño aplastando a los grandes. No se puede ayudar al pobre destruyendo al rico. No se puede elevar al asalariado presionando a quien paga el salario. No resolverás tus problemas mientras gastes más de lo que ganas. No se puede promover la fraternidad humana incitando el odio de clases. No se puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado. No se puede formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia e iniciativa. No se puede ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos". Conceptos del siglo XIX con aplicación 100% actual...