sábado, junio 14, 2008

Ayer, una cena de negocios, terminó en en un lugar de música cubana en vivo, y no pude evitar pararme a bailar con una japonesita que baila estos ritmos como si hubiera nacido del otro lado del mundo de las islas del Caribe.

Tuve que bailar por dos razones: Lo mío son los ritmos cubanos y por que fué ella quien me invitó a bailar. Tengo más de 4 testigos.

El caso es que independientemente de lo mal que yo bailo, la notoria falta de ritmo y coordinación motriz de mi pareja de baile, y de la risa que esta situación le causaba a mis compañeros de mesa, tuve un recuerdo ya muy lejano que se refrescó esa noche.

En la semana santa del año 2002, junto con otros 6 solteros, emprendimos un viaje a Cuba. Me vino a la memoria, junto con los acordes de las melodías que bailaba, esas calurosas noches-madrugadas, donde mi compadre y yo, junto con una bola de músicos cubanos cantábamos y bailábamos temas clásicos y los temas de moda.

En ese viaje, escuchamos y bailamos por primera vez, la canción de "Un montón de estrellas". Todo nuestro grupo, había sido contagiado por el ritmo y sabor de esa canción, y nos dimos a la tarea de buscar y comprar discos que tuvieran ese tema... Era una fiebre, que sería una pequeña muestra del efecto que causaría, meses despues en nuestro país, esa misma canción, invadiendo las más importantes estaciones de radio.

Una tarde de paseo por las calles de La Habana vieja, un señor, que por su aspecto podría ser confundido con el conductor de la guagua, estaba repartiendo autógrafos y se dejaba fotografiar por locales enloquecidos. De primera instancia, a ninguno de mis amigos les interesó este detalle y fuí yo solo quien se acercó a la pequeña multitud a preguntar quién era el tipo del sombrero que era abordado y besado por las señoritas de todas las edades. -"Es Polo Montañes". En ese momento ni a mí, ni a ninguno de mis acompañantes les resultaba familiar ese nombre, pero como yo ya estaba muy cerca de este personaje, me tomé una foto con él.

Días después, en alguna playa de Varadero, en una estación el radio local, pusieron "Un montón de estrellas"; subimos el volúmen del receptor, y, al término de la canción, nos fuimos de espaldas al oír que quien compuso y cantaba esa canción era el mismísimo Polo Montañes. Y yo tenía una foto con él, que pasó de ser una anécdota a ser una imagen muy valiosa.

Regresamos, y fuimos nosotros, quienes, promovimos esta y otras canciones en nuestros círculos más cercanos... el efecto de la melodía era unánime: A todos les gustaba la canción. Podíamos pronosticar que sería el éxito que fué, y que Polo, mi sonriente acompañante de esa foto sería un personaje muy famoso... que los autógrafos los daría ahora afuera del auditorio nacional.

Ese mismo año, en la primera mitad de noviembre, su nombre aparecía en un programa, anunciando un concierto con el marco de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, cuando Cuba había sido el invitado de honor. No es necesario que detalle el torrente de emociones que me obligaba a ir a ese concierto. No veía ninguna razón lo suficientemente poderosa como para poder perderme ese espectáculo, y por qué no, pedirle que me firmara la foto tomada meses atrás y que, ya en papel, llevaría ese día.

Se llegó el día del concierto, y en el auditorio al aire libre de la ExpoGuadalajara tocaba un grupo desconocido. Yo había cumplido mi palabra. Pero Polo no llegó. Polo había muerto 10 días antes de su presentación.

La noticia recorrió el mundo entero. Y ese año en la Fil, Silvio Rodriguez le dedicó una canción y un minuto de aplausos. Lina y yo estábamos en la penúltima fila, y mientras aplaudía, se me enchinaba la piel, porque para mis adentros, tarareaba su canción.

Ayer, mientras la japonesita sonreía agradecida en medio de una pista de baile, yo recordaba con detalle esta historia. Polo no está. Esa foto nunca se imprimió y quedó perdida en algún respaldo que dificilmente encontraré... Sólo me queda el recuerdo.

1 comentario:

Greench dijo...

"...un pajarito que iba volando; yo lo cogí para complacerla..."