viernes, enero 12, 2007

Este ya es mi segundo día en recuperación. Hoy tampoco pude ir a la oficina. Mi cara está tan hinchada y tan sensible que cualquier intento de movimiento me causa dolor... así que no puedo hablar, y de comer, ni hablamos... Llevo dos días tomado sólo jugos.

Sin embargo, así, inmóvil, sin hacer ningún gesto ni intentar decir ni una palabra, no me molesta absolutamente nada. De hecho, ni el ayuno, ni esta hinchazón, son suficientes para arrepentirme de la extracción de mis 4 terceros molares.

La experiencia fué muy interesante.

Llegué al consultorio al borde del pánico. El cirujano ya me esperaba con su asistente, y todos los instrumentos esterilizados en una charola.

Y entonces, previo al inicio de la extracción, comenzamos a platicar sobre los escenarios posibles. Me interesaba saber cuál sería la peor situación a la que me podría enfrentar.

Resulta que las raíces de mis terceros molares inferiores eran muy largas, y que podrían estar muy cerca de un nervio al que están conectados todos los dientes... si por alguna razón, al momento de la cirugía, dicho nervio era "tocado", o simplemente "expuesto", se corría el riesgo de perder la sensibilidad de esa parte de mi cara... -"sentirías como si estuvieras anestesiado... tendrás el sentido del tacto, pero no sentirías dolor... ni placer... no sentirías si te quemas o te golpean, pero tampoco sentirás cuando te besen..." - me dijo el doctor mientras se ponía los guantes de látex, así, tan quitado de la pena... -"Y si eso llegara a suceder, doctor, ¿en cuánto tiempo me podría recuperar?" - "Ha habido pacientes que se recuperan rápidamente... un año, año y medio... depende del daño que se le haga al nervio".

Lina, que valientemente aceptó entrar a la cirugía, y yo, nos vimos inmediatamente con un gesto de susto... y sin palabras, me recosté poco a poco en el sillón.

Todo comenzó con 8 inyecciones con anestesia. Dos para cada muela... y después de 20 minutos, que el sedante hiciera efecto, comenzó el doctor con sus manos en mi boca.

-"... son las 6:30 pm... haré lo más que pueda en una hora... si no terminamos en una hora le paramos... ¿eh?"

Y yo, que ya tenía puestos en la boca, unos "bloqueadores" que evitan que cierre la mordida, no me imaginaba cómo quería que le contestara, si ya no podía hablar... Así que sólo levanté el pulgar derecho, como simbolo internacional de que estaba de acuerdo.

Pero la sóla idea de imaginar en volver, para "terminar" lo que no alcanzara, era una situación que me puso todavía más nervioso.

-"Como tus muelas son muy grandes, voy a tener que sacarlas en pedacitos... "

Dicho lo anterior, prendió una fresa y comenzó a taladrar en la primer pieza... tan pronto sentí el contacto del taladro en mi muela, arrugué todo lo que podía arrugar, pero me llevé una muy grata sorpresa: No sentia nada. En efecto, ¡no sentía nada! ¡Era maravilloso! El dentista presionaba con todas sus fuerzas el taladro para romper mi muela en pedacitos, y yo simplemente no sentía ningún tipo de dolor. Me daba cuenta de lo que hacía, porque podía oír, y sentir que maniobraba bruscamente rompiendo y sacando uno por uno los pedazos de mi muela, pero felizmente no sentía ningún dolor.

Mi única preocupación, era que apesar de no sentir nada, me daba cuenta que mis sanísimas piezas dentales se defendían como verdaderos héroes de los ataques de todas esas pinzas, taladros, palancas y demás artefactos... y mi miedo era entonces, que como parte de la batalla, por un error, al doctor se le pasara la mano y terminara taladrando mi lengua, o que en uno de esos jalones, algún pedazo de mi muela terminara enterrada en mi paladar. Sólo de imaginarme esa situación, me tenía muy tenso.

Una por una, las cuatro muelas del juicio, fueron extraídas. Las dos de arriba, en un proceso mucho menos aparatoso y mucho más rápido... Pero en menos de la hora que había prometido el doctor, ya estaba suturando la última extracción.

-"Listo. Ya terminamos."

Y eso fué suficiente para que pudiera relajar los músculos de mi cuello-espalda, para que dejara de empuñar las manos, y mis piernas se pudieran descansar en el sillón...

Ya había pasado lo más difícil. Ahora seguía una larga e incómoda recuperación.

En este momento, a casi 40 horas de que terminó la cirugía, me doy cuenta que, si hubiera decidido extraer sólo un par de piezas, como me lo sugirió casi toda la gente, mi convalecencia sería muy parecida a la que estoy viviendo ahora... con la diferencia, que ya estaría pensando en volver a pasar por este mismo viacrusis otra vez...

Y aunque admito que no tuve ningún tipo de dolor, ni sufrimiento, es algo por lo que no volvería a pasar voluntariamente.

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