miércoles, mayo 10, 2006

Incrédulo, Andrés mira a sus desesperados padres, que no entienden lo que le pasa.
Ha explicado de distintas formas lo que le pasa, pero estos padres novatos, todavía no han podido captar el mensaje. De nada sirve ahora ser programador de computadoras o contadora pública... son incapaces de interpretar su llanto.

Ni la maestría, ni las especialidades, ni los diplomados podrán ayudarles ahora... Ni siquiera toda la experiencia profesional en sus trabajos, les puede dar alguna pista de lo que le pasa a Andrés.

¡Pobrecito Andrés! Ha llegado ya al límite de su paciencia y ha tenido que mostrarlo con gritos cada vez más intensos y desconsolados. Por otro lado, aturdidos, sus papás, han revisado ya el pañal, el biberón, la temperatura, el frío y el calor... Lo abrazan, lo ponen en su cuna, en la cama... le prenden, y apagan la luz. Nada funciona. ¡Pobrecito Andrés!, Debería ser más paciente con sus inexpertos padres... Ellos no tienen la culpa, sólo que nadie nació sabiendo ser padre.

No saben que lo que Andrés claramente pide, es que le canten una canción para poderse dormir.

Él es Andrés:



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