viernes, agosto 25, 2006

Hoy entendí a mis padres.

Muchas veces en mi vida, me había preguntado con mucha preocupación, si mis padres se sentían orgullosos de mí. Me preguntaba si tenía que hacer algo especial para que me quisieran más, o para que se sintieran contentos por tenerme como su hijo.

Esta mañana, mientras me vestía y contemplaba a mi hijo durmiendo plácidamente, con su respiración tranquila, y sus manitas relajadas, tumbadas en sus costados, y vestidito así, de blanco, sobre las sábanas blancas, me di cuenta que no es necesario que Andrés sea un buen estudiante, o que se gradúe alguna vez en la escuela de bomberos, o que sea un deportista destacado... Dormir, sólo necesita dormir, o comer, o sonreir o incluso llorar, para hacerme sentir muy orgulloso de él, para quererlo cada día más y para sentirme muy contento de tenerlo como mi hijo.

Y ahora, a 30 años de distancia, con mi hijo en brazos, puedo entender el orgullo que un padre puede sentir por su hijo; el orgullo que mi padre sintió por mí, apesar de que nunca fuí un buen estudiante, ni haber sido bombero, ni haber podido ser un buen deportista.

A.